miércoles, 15 de noviembre de 2006

Y YO QUIERO UN YATE PA' RECORRER LOS 7 MARES A GUSTO

Pero es que los contrastes son enormes e indignantes. Noticia que algunos de ustedes ya conocerán: Autobús de lujo pa los bribones del Gobierno de FRA (porque a estas alturas pongo en tela de duda que realmente sea Gobierno "del Estado"). Hala! Que como nos sobra el dinero y no sabemos en qué gastarlo, seguro que así piensan nuestros dignos gobernantes jalisquillos: "A ver, a ver, nos sobran 100 mil milloncitos de pesos de todo lo que recaudamos al comercio informal, más otros 200 mil milloncitos de pesos que llegaron de todos los contribuyentes registrados, porque eso sí, aquí todos pagan impuestos y lo hacen con gusto, de ver que el dinero que con tan poquitito esfuerzo ponen en NUESTRAS arcas, se emplea tan bien que no les hace falta nada y que el servicio que "Papá Gobierno" tan sacrificadamente les da, es de primera calidá. Edá? Ey. Bueno, en qué estábamos cuando fuimos tan abruptamente interrumpidos? Ah! Sí, gastarnos todo el sobrante. ¿Pos qué les parece si nos compramos un camioncito, austerón, pa' que no digan que vivimos como dioses, no? Al cabo, entre tanta bonanza, tanta abundancia y con todos los servicios básicos y elementales cubiertos con la mayor calidad que se pueda encontrar en este diminuto planeta, seguro que ningún jalisciense, ni local ni expatriado, pondrá pero alguno".

Señores, pa' no despotricar, les voy a platicar un poco de lo que me he encontrado por acá en términos de gobierno y de servicios. Ya ustedes verán qué tanta bonanza hay en Jalisco...
Como algunos pocos de ustedes ya sabrán, en este momento tengo algún problema médico en la mano derecha por lo cual, además de estarme convirtiendo en una ambidiestra respetable del tercer mundo (esa cualidad es difícil de borrar, pero no imposible, que quede claro), les escribo esta columna con algo más de sufrimiento que el mero hecho de sentarme frente al "ordeñadó", como le dicen por acá en derivación del francés. Y esa condición de bicho ambidiestro me ha llevado a convivir con la burocracia del primer mundo, que es diametralmente opuesta a la que podemos disfrutar en un día cualquiera en nuestro preciado México.

Día 1.
Empadronamiento en el Ayuntamiento de Vitoria. Se necesita una copia de la identificación oficial del propietario del inmueble (DNI pa' los locales) y el pasaporte que lo acredita a uno como digno ilegal.

Día 2.
Acudir al edificio que alberga los asuntos de Hacienda, para tramitar un certificado de hacienda, es decir, un papel que dice que yo no pertenezco a este sistema tributario. Tiempo de duración del trámite: Como 10 ó 15 minutos, mismos que se esperan cómodamente sentado frente a una pantallita que mostrará el turno que a uno le toca y el escritorio en donde le atenderán.

Acudir al edificio que alberga la Seguridad Social, por una "vida laboral", es decir, un papel que dice que uno no tiene manera de subsistir en este país, porque no estás oficialmente trabajando en ningún sitio. Tiempo del trámite: Como 20 minutos o media hora (había bastante gente), esperando también parte de ese tiempo, sentado frente a un monitor que avisa en qué número van y a qué escritorio corresponde ir.

Acudir al sistema de salud para que me asignen un centro de salud y un médico, con los documentos recolectados anteriormente. Había que llevar copia del pasaporte, pero yo no lo sabía. Así que, con una leve advertencia, el mismo empleado me sacó la copia sin cobrarme un cinco.

Acudir al centro de salud que me corresponde (que además queda a una cuadra de donde vivo) para que me den una cita con el médico. Me la dan para el día siguiente. No para un mes después como en quién sabe dónde...

Día 3.
Acudo a mi cita con el médico. Se pasa uno directamente hasta la puerta que le indicaron el día anterior. Hay unas sillas, así que me siento. Van llamando gente. Espero poco menos de 10 minutos después de la hora que me indicaron, para que me llamen. El médico me hace preguntas, me receta un antiinflamatorio y me ordena unos análisis.

Cita para los análisis: Mañana en la mañana, en el mismo lugar. No dos semanas después y del otro lado de la ciudad.

Atención recibida: TODOS los burócratas que me atendieron fueron amables y me escucharon con atención. Algunos incluso bromearon conmigo. El menos amable de todos fue el médico que, en última instancia, puedo cambiar si lo considero necesario. Pero todos son cálidos en trato y amables en tiempo.

En el único caso que alguno de ellos estaba hablando por teléfono cuando yo llegué, me vio con ojos de "enseguida te atiendo" y se apresuró, visiblemente, a terminar su llamada, en lugar de darme la espalda y tenerme esperando media hora o más, como si él fuera un artista de gran prestigio mundial y yo una humilde reportera esperando para hacerle la entrevista de mi vida que no me llevará a ningún sitio digno de ser mencionado en mi ridículum.

Recursos invertidos: Cero hasta hoy. Los recorridos entre dependencias se pueden realizar perfectamente a pie. En ninguna dependencia piden absolutamente ninguna inversión para expedir certificados. Sólo en la obtención de las medicinas, con las recetas que me dieron, puedo surtirlas EN CUALQUIER FARMACIA, pagando algo así como el 40% del valor total de las mismas (es que no he ido a comprarlas).

En general las oficinas del gobierno tienen buena presencia. Algunas incluso tienen algo de arte arquitectónico, están limpias, bien ventiladas y no están atiborradas de gente. La gente que atiende es amable, está bien informada y generalmente sonríen.

Pero el funcionamiento del bueno gobierno va mucho más allá de las oficinas y de la "Atención al cliente" (aquí todos son "clientes", ni contribuyentes, ni público. CLIENTES. Entenderemos la diferencia algún día?). Por ejemplo, el transporte público. Los autobuses están limpios, carecen de graffiti en su decoración, el ruido que hacen es casi nulo (no les suena el motor y mucho menos los frenos) y todos están equipados con:
1. Un chofer amable que te informa de la ruta con buen humor, si es que tú no has sido capaz de leer el letrero que tienen en la parte delantera y que además es bastante legible.
2. Un sistema integral del manejo de las monedas y de los boletos, que incluye una pequeña sección con paño para que el pasajero deposite ahí el monto del boleto, y una maquinita que expide los mismos con un sistema térmico, como el de algunos faxes, según se vayan necesitando.
3. Una maquinita que registra unas tarjetas con las que también se puede pagar el transporte. Las tarjetas son muy similares a las que se usan para el teléfono público en México y se compran en las cajas de ahorro (aquí no hacen fraude, como allá) o se carga la tarjeta de débito de dicha caja con una cantidad a elegir. Dichas tarjetas hacen que el costo del pasaje se reduzca a la mitad.
4. Un sistema de sonido que emite música que NUNCA es de tipo grupera, banda, etc. Ni tampoco de rock estruendoso. Sólo música un poco más universal.
(Aunque ustedes no lo crean, Los Tigres del Norte son famosos aquí. Los tocan casi siempre que vamos a Landa, el lugar que queda junto al pantano y donde tomamos el sol. Recientemente estuvieron de gira en Navarra. ¿Qué tal, eh?).
5. Una pantalla de esas que hacen letras con foquitos (leds, para informáticos y demás gente instruida en electrónica), que anuncia la próxima parada.
6. Un timbre de aviso de parada que tiene un foco de aviso en la parte delantera del autobús, justo arriba de donde se sienta el chofer, y que no emite ningún ruido molesto, sino sólo un leve timbre, y al cual los choferes respetan.
7. Asientos cómodos, acolchonados, y forrados de tela.
8. Rampas electrónicas para que puedan subir y bajar personas en silla de ruedas.
9. Asientos exclusivos para minusválidos, viejitos o mujeres con niños, perfectamente señalizados y accesibles.
Y ya en el exterior, las paradas de los autobuses están perfectamente marcadas en toda la ciudad, y los autobuses se paran en TODAS las que les corresponde, y no sólo en aquellas a las que al chofer se le antojan. Y en las calles en las que pasan más de dos rutas, existe una parada para cada ruta.

Es decir, uno se para en la que tiene señalada la ruta que uno quiere tomar y NO es necesario:
1. Sufrir como desgraciado para alcanzar a ver los numeritos del camión, desde lejos (claro, porque van hechos la... duro, y si uno tarda demasiado en confirmar que es el de la ruta elegida, el camión se seguirá de largo), en primer lugar, porque tienen letras grandes y con foquitos que siempre funcionan bien; en segundo lugar, porque vienen a una velocidad moderada y, en tercer lugar, porque siempre se detienen en la parada que les corresponde.
2. Andar "cazando" al camión cuando llega, como en la Normal, que la cuadra es grande y, si está abarrotada de camiones, seguramente el último en llegar se irá hasta adelante de la fila y habrá que correr varios metros para alcanzarlo.
3. Tener miedo al subir o bajar del autobús. Aquí no atropellan a los usuarios.
Tampoco se les echan encima a los autos.
4. Ir colgando de las puertas. Aquí no se llenan los autobuses a ese extremo.
5. Soportar malos olores. Los autobuses siempre están bien ventilados.
6. Gritar "Baaaajjaaaaaannnn chóóóóferrrr!!!". Aquí siempre se detienen en donde les corresponde. No tres cuadras adelante.

En próxima entrega les platicaré de otras monerías, como el tema de la basura, de la capacitación para el empleo y de la infraestructura para la inversión del tiempo libre de los ciudadanos.

Por lo pronto, sería bueno que cuestionaran un poco más los viajes de los funcionarios al extranjero y, entre otras cosas, les preguntaran que por qué no se informan de cómo funcionan los gobiernos del primer mundo, para que copien las maravillas en la medida de lo posible, en lugar de ir a cenas de galas con sus esposas, y a gastar el dinero en hoteles de lujo y restaurantes.

Me despido con una mano adolorida y otra que cada día es más eficiente.
Hay que tener mano izquierda hasta para las incapacidades. Je.

Suza

Mar. 17/sep/2002 20:37

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