viernes, 20 de abril de 2007

LOS SONIDOS DE LAS VACACIONES


Los que han estado en Galicia dicen que es muy bonito, pero nunca sabes “qué tan bonito” es hasta que no cruzas la frontera entre Castilla León y la comunidad de los mariscos. La diferencia es notoria, ya que el paisaje pasa de ser plano y sin vida a llenarse de montañas y árboles centenarios.

Después de unos kilómetros de bosques montañiles te encuentras con el primer desencanto, que son los restos de los incendios exhaustivos del año pasado. Hectáreas y hectáreas de cenizas y árboles calcinados, alimentando un paisaje árido y con algunos retoños de plantuchos que renacen como el ave fénix.

Una vez cerrada la boca (el mal trago nunca se digiere), llegamos a nuestro destino: Vigo. Se trata de una ciudad de tamaño medio, con puerto y con infinidad de cuestas que la convierten en una “ciudad diagonal”. Poco después de entrar a la ciudad, nos topamos con unos “caballitos”, una glorieta de referencia obligada para orientarse o encontrarse con alguien para ir a algún sitio. Fue ahí donde quedamos de vernos con nuestros más recientes amigos, aquellos que endulzaron nuestros días de vacaciones gratuitas en Punta Cana, y con quienes fortalecimos más todavía nuestros lazos de amistad y afinidad durante estos cuatro días de “recogimiento” que, me parece, nadie utiliza ya para tal efecto.

Vigo también ofrece infinidad de antritos con diversas temáticas para tomarse una cerveza o un vinito todos los días y no aburrirse con la decoración. Según me cuenta mi amiga-anfitriona, en Vigo proliferan con gran profusión las bandas de rock alternativo y los lugares de exhibición de las mismas, de manera que empieza a generarse un mercado musical bastante interesante y prometedor. No pudimos asistir a ninguna función (como nosotros, los viguenses, vigueños, vigosos, que no vigorosos, o cualquiera que sea su gentilicio, estaban también de vacaciones, con lo cual la ciudad estaba de lo más tranquila y vacía. Una delicia), pero a cambio vimos un cachito de la procesión (¿del silencio?) con los “Ku Klux Klan” (cualquiera me mata, pero es que el traje es igualito, pues…) de rigor y las señoras de negro con peineta, entre santito y santito.

Entre los roles turísticos recorrimos Santiago, la capital de Galicia y hogar de la bien conocida vieira del peregrino, abundante en puestos de souvenirs para turistas repletos de bastones-vieira y demás equipamiento religioso. También fuimos a La Toja (yo no sabía que el susodicho manantial era gallego. Siempre se aprenden cosas con los viajes) y nos encontramos con un museo-compreustednuestrosproductos pequeñito, pero interesante.

El balneario está en una isla a la que se accede a través de un puente y tienen ahí toda la instalación para pasar unos días en tratamiento-aguangamiento del ser, con los balnearios, masajes y todo el kit, además de una capilla con paredes de concha.

Entre paseo y paseo, visita y visita, comidas sabrosas y abundantes. Burp! No pudieron faltar en el menú los mejillones, las navajas y las ostras; el queso de tetilla con membrillo, el famoso albariño (menos pa’ mí, por razones ampliamente explicadas en capítulo anterior de esta ilustre coluCna), unas croquetas de pollo de la abuela de mi amiga que estaban de no mames, y una fabada asturiana que, aunque no viene a cuento con Galicia, pues es de sus vecinos de al lado y estaba de p… madre.

Y hablando de Asturias. Al volver paramos en Gijón. Ciudad más bien sosa, tirando a fea. Con playa, eso sí. Pocos bares, pocos restaurantes. La primera noche cenamos en el restaurante del hotel. Nos sentamos cerca de otra pareja menos joven que nosotros y, como gente educada que somos, desarrollamos la conversación en un volumen bastante bajo, para no molestar a los vecinos. Así que aquello estaba como biblioteca, porque sólo éramos ellos y nosotros. De pronto, escucho un mglup (sonido de cuando tragas líquido, en plan efecto de sonido y con megafonía) y me dije “el señor de la otra mesa se habrá atragantado” (como cuando das un gran trago de agua y te duele cuando pasa por la garganta).

Pues nada. Al rato otra vez, el sonido con megafonía. Comenzamos a comentar el tema, así, en bajito. Le traen el café al ñor, y va de nuez! Pero qué joder, si la taza es pequeñita!!! ¿De dónde saca este hombre tanto líquido para hacer semejante ruido al tragar? Y no es que fuera molesto. Pero es que costaba mantener la serenidad y no soltar una carcajada, de veras! Yo, es que si intento hacer todo ese ruido, me cae que me pasa lo del dolor de garganta! Bueno, eso teniendo en cuenta que soy tan inútil que ni siquiera sé eructar.

En fin. El señor iluminó mi cerebro con la anécdota de esta semana y por ello le doy las gracias. Garganta Hulk aparte, la pareja era bastante educada, me parece.

Hace una semana que terminaron las vacaciones y escribo hasta hoy por culpa de los deberes atrasados que se acumulan por culpa de las mismas: toneladas de ropa sucia, la casa hecha un asquito, desfacer las maletas, etc.

Pero aquí estamos de nuez. Que viva Españaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!

Je je. A ver si alguien viene y me lincha. Acabo de violentar una de las reglas sagradas euskaldunes. Pero es que al volver se acaban los sonidos. Los sonidos de las vacaciones.

Un besito linchado,

Suza.

martes, 3 de abril de 2007

CUANDO EL CUERPO TE HACE MANITA DE PUERCO

Nunca tuve problemas de peso hasta que me vine a Europa. Y cuando no has tenido problemas de peso, no entiendes a quienes los tienen. Para no hacer el cuento largo, entre dejadas de fumar, dietas abandonadas y 2 años de postramiento en un sofá por culpa de mis pies, llegué a pesar 64 kgs. Esto es, 12 kilos más que mis 52 de toda mi vida adulta.

Lo primero que ataca el sobrepeso es a la vanidad. El primer golpe viene cuando ya no te queda la ropa que tienes. Vas a comprar nueva y cosas que a ojillo antes te quedaban pintadas, ahora no te entran. Así que el segundo golpe te viene cuando ya no sabes qué talla eres (antes tampoco lo sabías del todo, pero nunca te habías visto en la necesidad de saberlo, porque escogías a ojillo y todo te quedaba bien).

Con la primera dieta pasé mucho estrés, mucho mal genio y mucha frustración. Psicológicamente, las dietas tradicionales son como veneno: cuando llegas a tu límite empiezas a comer cosas “prohibidas” y lo de “pecar” tiene muchas repercusiones: “Te estás haciendo daño a ti misma”, “no te quieres”, “a nadie le gustas y no le vas a gustar a nadie si te sigues comiendo esta dona que, además, ni siquiera está tan buena”, etc. Sin fin de pensamientos horribles pasan por tu cabeza.

Como lo de bajar de peso se convierte en misión imposible, lo siguiente es “aprender a quererte”. Empiezas por compararte con las chicas que ves por la calle y que te llevan mucha ventaja en el sobrepeso. Al final, terminas agradeciendo a todas aquellas que se pasean con su profusión de carnes como si nada, porque a ti te hacen quedar muy bien. Y terminas por aceptar que, aunque no estás tan bien como quisieras, tampoco estás “tan mal”.

Pero cuando crees que la guerra ha terminado, tu cuerpo agarra y dice “De terminado nada, torda!!! Que estoy hecho una piltrafilla y tú no me haces ni puto caso!!!”. Es entonces cuando has empezado un largo round de esgrima, un tira y afloja, hasta que ves que te has quedado sin correas.

Yo, francamente, agradezco la manita de puerco que me hizo mi cuerpo (valga la cacofonía y el trabalenguas). Porque probablemente, al aprender a “quererme”, me hubiera dejado llevar aun más por la dejadez, y hubiera entrado en el club de aquellas que “levantan la moral” a quienes “no están tan mal”.

Los episodios de la guerra fueron:
1. Los pies. Espolones, fascitis plantar, plantillas, infiltraciones, cirugía, más infiltraciones, otras plantillas… Conclusión del último médico: “Perder peso le vendría muy bien a tus pies”. Conclusión de la que se quiere: “Pos es que no peye, oiga…”
2. La espalda. Dolor lumbar, pastillas, días sentada, más pastillas y círculo vicioso de “como no me puedo mover, no puedo cocinar, así que como precocinado”. Ergo, no te mueves, comes mal, subes de peso. Conclusión de la que se quiere: “Será que bajando de peso se me quita el dolor?”.
3. El sistema digestivo. Reflujos, agruras, dolor como de úlcera (que al final resultó ser “una herida” en el esófago –esofagitis-, producida por los reflujos constantes), y un montón de pruebas horribles. Conclusión del médico: hernia de hiato. No comas mucho y evita lo prohibido (lo de siempre: grasas, café, alcohol, tabaco… Y además: chocolate y menta ¿?) Bajando un par de kilitos se desaparecerá el problema, ya verás. Conclusión de la que se quiere: “Y sólo con un par de kilos se me va a quitar toda esta mie… ércoles por la tarde, oiga? Ni usté se lo creé, fíjese. Pero bueh! Ya veremus”. Ná. No hay manera de entrar en razón (y por ende, “en cintura” menos).
4. El páncreas. Tomas alcohol, te duele. No tomas, no te duele. Mere. Abstemia desde el 12 de enero, por culpa de un fuera de lugar de las amilasas.

Pues eso. Que ahora voy que chuto. En todas mis dietas, nunca había prescindido del alcohol. En esta ocasión, se conjuntó que retomé el programa más exitoso y llevadero que he hecho, en enero, y, sin el alcohol, he bajado de peso con una constancia asombrosa y sin hacer mucho ejercicio (porque los males 1 y 2, más otros que no vienen a cuento, no siempre lo permiten).

El caso es que, con un 10% menos de peso alcanzado, me siento increíblemente mejor. Respiro mejor, camino mejor (ya no me chicotean las piernas! Es un milagro!... Ejem. No, ni madres! Ni milagros ni leches!!! Que aquí ha habido un esfuerzo y una disciplina bastantes férreos!!!), y me ha dejado de doler casi todo.

De todo esto que seguro que a pocos interesa, se puede concluir que, en la mayoría de los casos, si el cuerpo no nos hace manita de puerco, nos dejamos llevar. Nos vamos por lo fácil, que es “aprender a querernos” y convertirnos en “una gordita feliz”, en lugar de intentar recobrar la salud, esa que no nos damos cuenta que hemos perdido, porque la pérdida se esconde debajo de nuestra piel.

Se supone que con este 10% he ganado mucha salud: menos riesgo de infartos, de trombos, menos colesterol (sólo una vez me ha salido fuera de rango, hace mucho), menos triglicéridos y más Omega 3. Pero no sólo he ganado en la salud que se manifiesta en los análisis, sino en la que se manifiesta en el ánimo. Ahora no me siento culpable por lo que como, porque lo hago de manera responsable. Mi cuerpo (y el programa dietético que sigo) me ha enseñado a disfrutar enormidad de cada manzana o de cada mandarina que me llevo a la boca, y a olvidarme de las croquetas que se me podrían estar antojando en ese momento. Y no es que tenga prohibidas las croquetas. Puedo comerlas si se me antojan. Pero es que como he aprendido lo que “vale” la comida, pues ahora las croquetas, la morcilla, el alcohol y todo aquello que los médicos “prohíben” a la mínima, se me antojan menos.

Finalmente, me siento agradecida de tantos males. Todos ellos, en equipo, me han evitado llegar a la obesidad y me han obligado a retomar el camino correcto. Voy a la mitad y lo que veo es que ya me queda muy poco por delante. Hoy escribo esto, no para que algunos se aburran, sino para que otros mediten un poco acerca de los males que tienen y se pregunten de qué precipicio los están alejando…

Un besito sano,
Suza.

P.D. Felices vacas!!! =)