A) Que aquello sea un completo fracaso
B) Que no vaya tan mal, pero que al final se pierda con el paso del tiempo
C) Que sea maravilloso y salga por lo menos una buena amistad
En mi caso, aunque el filtro ha dejado fuera gran cantidad de personas que pasaron sin ruido por el historial de mi experiencia internauta, la verdad es que al final el saldo es positivo. El último capítulo se desarrolló en Madrid, el fin de semana pasado. En algún lugar de la red hemos coincidido un grupo de loquillas, guapetonas y simpáticas, que nos dejamos llevar por la espontaneidad y acudimos al llamado de alguna que tuvo que ir a Madrid, aprovechando que ahí vive el objeto de nuestra reunión internauta: Un ente que se hace llamar “Yoko” y al que le hemos construido un reducido, aunque avivado club de fans en un foro, que camina por la vida a la par que su blog.
En principio, la reunión madrileña se antojaba netamente femenina, menos el objeto de nuestro “fanismo” (por no llamarlo fanatismo, palabra que últimamente tiene una connotación más bien negativa). Pero yo, como buena mandilona, cuando me sugirieron que fuera, confesé que “no es onda dejar solo al puchunguito para ir a reunirme con un “grupo de desconocidas”, a lo que Yoko, con toda la asertividad (si me permiten el uso del palabro. En la RAE me dicen que “no lo han inventado”) del mundo contestó “pues tráete al puchunguito”.
Así que le comenté los planes a mi susodicho y en lugar de poner pegas, en seguida dijo “si quieres ir…”. Le aclaré que no iría sin él y que ya alguien había sugerido que lo llevara. Entonces simplemente me confirmó que buscara hotel. No conozco muchos matrimonios, pero no tengo registrado ningún otro marido que en seguida acceda a una movida de esta índole. Y su buen tino fue más allá, ya que lo pasamos realmente bien.
La primera a la que conocí fue a MER, que vive en la misma ciudad que yo y nos animamos a tomarnos un café antes del encuentro en Madrid. Fue una tarde muy agradable llena de desahogos y de empatía, que nos dejó con ganas de más. Y fue ella la culpable de todo el movimiento hacia la capital, dado que tenía que estar ahí ese fin de semana por motivos de trabajo. Al resto del grupo lo conocimos tó junto, en un restaurante estilo americano (gringo, que diría yo, ya que “América” es un continente y no un país): Ahí estaban Lydia, una simpática y desinhibida mujer marbellí con un par de ovarios bien plantados para hacerle frente a lo que haga falta con todo el humor y el amor del mundo; Nocturna, con unos ojazos azules y una sonrisa capaz de desarmar al más insensible, me hizo reír como en mis buenos tiempos durante todo el fin de semana con todas esas anécdotas que cuenta de su trabajo. En verdad da gusto encontrarse a alguien tan afín con su profesión; Gallega, que nos había cambiado el look y se presentó con un bonito cabello dorado y unos ojazos verdes. Chica reservada con un gran corazón y una cálida sonrisa.
Todas ellas convivieron más por estar hospedadas juntas en un piso que MER consiguió para la ocasión y al que yo no asistí por ir acompañada del puchunguito. La noche de cena americana continuó con un paseo hasta una cercana discoteca en donde estuvimos gran parte de la noche y en donde Yoko hizo gala de sus virtudes deductivas armando el rompecabezas de poner nombre a las caras que veía. No lo hizo del todo mal. Eso sí, se le notaba muy nervioso, dentro de la emoción que se veía tenía de por fin conocer a quienes ponemos el toque de acompañamiento a su blog.
Una discoteca no es el mejor sitio para ir a conocer a un internauta: hay mucho ruido y al final terminas con la garganta hecha pomada y la mitad de lo que se dijo en tu cerebro, mientras que la otra mitad se queda diluida entre el humo y el punchis-punchis. Pero esa noche era lo que había. Al final, la mitad de información que se quedó en nuestras cabezas fue buena y suficiente. No así el tiempo invertido en la experiencia, que tenía que haber sido mayor e incluir algún lugar más tranquilo.
En cualquier caso, contra todo pronóstico, parece que la estrellita del fin de semana al final fue el puchunguito, que arrasó con sus encantos y con su gran manejo de la tecnología.
Sin embargo, estrellitas o no, fans o colegas, lo más importante de todo esto es que lo pasamos estupendamente y que 5 mujeres conseguimos incrementar nuestra lista de buenas amigas a través de la red, sin precisamente proponérnoslo. Y todo gracias a Don Yoko, que nos ha mantenido cautivas en su blog durante varios meses. Así que, desde aquí, mi más sincero agradecimiento por tan grandote regalo y mis deseos de que su blog siga creando más y más clubes de fans, para que más personas consigan sacarle ese enorme provecho a la magna red que yo he conseguido obtener.
La moraleja de este cuento quedará inmortalizada en una camiseta que esparcirá por el mundo el sabio consejo de “ponga un puchunguito en su vida”. Y, con suerte, más gente se animará a tener encuentros de esta índole, y habrá más humanos felices en el planeta. Por lo pronto, Yoko y sus fans hemos conseguido quedarnos con un gran refugio en la red en el que ahora no sólo coincidimos en tiempo y en espacio, sino también en afinidad real y en proyectos de futuro. Con lo pequeño que es el mundo últimamente, no está de más tener más y mejores amigos.