viernes, 31 de agosto de 2007

EL REPOSO Y LOS HÉROES


En las películas con frecuencia se relatan casos o de enfermedades muy graves que se llevan con gran estoicismo y sentido del humor envidiables, o casos de lesiones que dificultan la movilidad del individuo que son superadas con largas sesiones de trabajo físico y soportando mucho dolor. Todos unos héroes. Lo que no es rentable para una narrativa visual es lo que padecemos la mayoría de las personas: lesiones para las que te recetan "reposo", que te "aparcan" durante largos periodos y que requieren principalmente de "paciencia".

Y no son rentables básicamente porque en reposo no hay "acción". Una persona en reposo se la pasa vegetando. El esfuerzo no se nota en lo absoluto, ya que el mayor esfuerzo se basa en la mencionada "paciencia" y en intentar mantener una dosis cuando menos aceptable de buen humor. Pero, sentada en un sillón, viendo la vida pasar, lo más emocionante que te puede ocurrir es que se te vaya la luz y, por ende, te veas obligada a suspender las pocas labores a las que puedes dedicarte que van, desde la costura, hasta participar en algún foro virtual o escribir un blog. Pero Doggie Houser sólo hubo uno y no tuvo un éxito precisamente abrumador.

Hace unos años me vi obligada a permanecer poco más de un mes sentada, a causa de unos espolones en los talones, y luego otros varios meses de caminata indispensable con dolor. Para una "pronta recuperación" lo que te recetan son antiinflamatorios, reposo y, en última instancia, fisioterapia. Después de muchos meses de movilidad limitada y reducida, consigues hacer una vida "relativamente normal", en la que hay que hacerse a la idea de que no volverás a tener aquellos paseos por el monte, ni podrás ir caminando al centro nunca más, pese a que la ciudad se presta para ello.

Una vez que consigues hacerte a la idea y aprendes a vivir con tu nueva "condición", comienzas a sentir un dolor en la espalda. Después de casi un año tomando relajantes musculares, analgésicos y cuarenta inyecciones de dolorosa vitamina B, por fin un suplente decide que es pertinente que te vea un traumatólogo, al vivir en constante dolor y con muchas dificultades para "estar". Pero claro, que te manten al traumatólogo es, por llamarle de manera elegante, "sólo el principio". Porque nadie te lo informa, pero después de que pasa más de una semana sin que te llamen para darte la cita, preguntas por todos lados y, con tirabuzón, consigues que te informen de que tardan "entre 1 y 2 meses" en llamarte.

Y para pasar esos meses (después de los muchos que llevas a cuestas con una movilidad reducida y dolorosa) te dicen que te tomes tus dosis de antiinflamatorios, relajantes musculares y analgésicos y que "hagas reposo".

Es decir, que en la vida real no puede haber héroes, porque ningún héroe se fragua "reposando". No hay manera de que te "esfuerces" por superar un dolor, hacer fisioterapia y rehabilitación para estar mejor. Tu mejor arma es el reposo y nadie se conmueve con quien permanece sentado, a menos que sea en una silla de ruedas porque no siente las piernas o no las tiene.

Mi caso no es trágico. Mi vida no está en peligro. Lo único que hago es pasar los días medio atontada y con fama de "aprehensiva", porque está visto que tener una salud limitada está prohibido en una sociedad llena de gente sin dolor. Y, en el ínter, puedes observar detenidamente cómo tus curvas se van haciendo más pronunciadas y tus carnes aumentan su potencia. Cosa, irónicamente, contraindicada para el mal que padeces y prácticamente para la totalidad de los males que padece la gente.

Y lo único que te queda, al final, es escribir un coñazo de entrada en un blog que dejaste abandonado ante un veladamente heróico intento de tener "un verano normal", fingiendo ante tus amigos que estás de puta madre y obviando las miradas de "ésta es una hipocondriaca" cuando algunos están presentes cuando el dolor comienza a hacerse más intenso.

Alguna vez estuve "sana", pero tenía depresión y, por lo tanto, ninguna gana de hacer nada. Lo que hacía, lo hacía "por obligación". Hace mucho que conseguí deshacerme de esa depresión y, ahora que tengo ganas de hacer un montón de cosas, tengo que limitar esas ganas a lo que pueda hacer sentada en un sillón. Y me considero afortunada de tener a mi disposición un "portátil" que me permite compartir mi poca heroicidad con quien decida leerme, entre otras cosas.

Desde mi sillón de los achaques, un beso a los que no sienten dolor. A los que lo sienten, ojalá y les llueva un portátil. ;o)

Suza.