Soy más bien propicia a andar leyendo las etiquetas de todo y especialmente de la comida. Esto no es de siempre, sino desde que empecé a tener discusiones con la báscula. Ahora me intereso por los ingredientes de la comida, calorías, grasas, etc. Y en mis exploraciones etiquetiles me encontré con la siguiente perla:
Primero: Te venden un PAVO y luego te informan que en realidad se trata de un POLLO.
Segundo: No conformes con la "inexactitud" anterior, te informan que el pollo en cuestión es "natural".
Por supuesto, no lo compré. Por eso la foto tiene tan mala calidad, porque la saqué con el teléfono. Algunas veces, la literatura en las etiquetas puede ser más emocionante que la novela más vendida del año.
A quienes acostumbran leer las cajas de cereales, que sepan que ahora tienen todo un universo infinito por descubrir en el refrigerador.
Un besito a los analfabet@s. Los pobres no tienen la menor idea de lo que se llevan a la boca...