martes, 19 de febrero de 2008

NAVIDAD A LA CABEÑA. Parte 3 (O mi primer novela publicada)



LAS VACACIONES

Para empezar tengo que decir que mi hermano es un gran anfitrión. Después de recogernos en el aeropuerto, lo primero que hizo fue llevarnos a desayunar chilaquiles a un hotel en el que suelen desayunarlos. Juanjo y yo habíamos desayunado en el aeropuerto (yo probé las chimichangas, que son tortillas de harina rellenas de huevo revuelto con jamón y bañadas en salsa de aguacate. Muy buenas, sobre todo para ser de “Wing’s”, restaurante típico de los aeropuertos mexicanos, tipo Vip’s, pero más caro y con algo menos de calidad), así que nos limitamos a probar los que pidieron los demás. Estaban francamente buenos. Muy crujientes. Yumi!!!

Ese día nos preguntaron que qué queríamos comer y yo contesté al instante que tacos. Así que cuando se llegó la hora de la comida (como las 6 de la tarde) fuimos a una taquería. Carne, queso, salsas, limón, pepino, cebollitas… Y micheladas!!! La verdad es que no entiendo cómo puede vivir la gente sin micheladas. Deberían formar parte de los derechos humanos de todo el mundo!!!

El jet-lag se nota. Para las 7-8 de la noche ya estás que no te tienes en pie. Y luego a las 5 de la mañana los ojos como platos. Un día fuimos a la playa. Mi hermano tiene una hielera con ruedas, plegable y que tiene un montón de bolsitas. Una maravilla. Y no hemos podido encontrar una igual. Pues allá vamos a la playa en la cabroneta nueva de Pacho. Y un par de sombrillas. Suertudos que somos, cuando llegamos íbamos pasando junto a una de las palapas del final y los güeritos que estaban ahí le dijeron a mi hermano que ya se iban, y le ofrecieron dejarle la palapa. No es que la playa estuviera a reventar, pero había gente, sí.

Es una playa pública con baños y palapas. La verdad es que sí sorprende un poco ver una playa pública gratuita en un lugar tan finolis como Los Cabos. Pero supongo que eso también ayuda a mantener a “la plebe” fuera de los sitios “finos”. La verdad es que la playa esa está bastante bien.

Nos tomamos unas chelas, comimos Rancheritos y jícama con chile, tocamos el agua del mar con las patitas (estaba fría. Más o menos como la de las playas de Euskadi en verano. Nunca he metido las patitas en las playas vascas fuera del verano. Me gusta evitar la gangrena, gracias), Juanjo y Pacho tomaron un montón de fotos, yo saqué algunos retratos interesantes de Pacho y Paulina y alguno de mi madre y tuvimos un agradable día de playa en familia. Es francamente lamentable no poder tener más días de esos con ellos.



En otra ocasión hicimos una excursión que consiste en caminar en el fondo del mar (como a 5 ó 7 metros de la superficie) con unas escafandras. Yo nunca he buceado, así que la experiencia fue verdaderamente emocionante. Nos enfundamos en unos “wet suits” (en España “traje de buzo”) y empezamos a bajar por la escalerita de la plataforma. La entrada al agua fue bien hasta que la espalda entró en acción. Como el cierre del susodicho traje está por atrás, ahí no hay neopreno, de manera que el agua fría te llega de lleno por el centro de la espalda. Uuuuuuu!!! Uuuuuuuuu! Uuuuuuuu!! No hay manera de que la respiración no se corte con el agua fría. Pero como soy muy macha y tenía mucha emoción por la actividad, seguí bajando. Cuando el agua te llega a los hombros te colocan la escafandra encima. Entonces hay que seguir bajando. Llega un momento en el que una mano te toca el tobillo, señal de que has llegado al último escalón y tienes que pegar un saltito hacia la arena. Uno de los monitores te espera ahí abajo y te pregunta que si todo bien y le contestas que sí con esa cara-bobo que se te queda de estar ahí abajo respirando cual pececito con branquias.

Y el tour comienza cuando el último integrante de la tribu llega al punto de reunión. Ahí abajo tienen instaladas unas pasarelas, unos tubos a los cuales asirte para caminar sobre la arena, para lo cual antes te prestaron unos “crocks”, que es el nombre que tienen allá los suecos esos de plástico (que no es plástico sino polipropileno o una cosa de nombre parecido) con hoyitos y que hay de muchos colores.

Durante el recorrido te pasan pececitos por delante, por detrás y por todos lados. Hay un cofre del tesoro y una mesa con una banquita en la que te sientan y te toman una foto primero con una calavera (artificial) y luego con un erizo vivo; te lo ponen en la mano y te das cuenta de que el bicho respira porque al quitártelo lo hacen despacito, porque se te pega a la mano con sus ventosas. Te lo quitan y lo dejan ahí, sobre la mesa. Son los típicos muebles de jardín, esos de metal que pesan mucho y tienen muchos hoyitos.

Durante el recorrido, mi marido empezó a dar saltitos, y parecía astronauta en la luna. Así que yo lo seguí y tuve mi momento lunar también. La verdad es francamente divertido pegar aquellos saltos en cámara lenta. =)

Luego te prestan un asta que tiene las banderas de México y de Estados Unidos. Mi hermano hábilmente enrolló la de EU para que no saliera en la foto. =)

Al salir es difícil quitar la cara de niño con juguete nuevo que se te queda. Nos quitamos todos el traje, menos mi hermano, que se le atoró en los pies y tuvimos que ayudarlo. Tardaron un rato en volver por nosotros (estábamos en una plataforma y tenían que recogernos en lancha) y yo me estaba poniendo verde (del mareo, con tanto meneo. No sé cómo hacen los que tiene que estar ahí todo el día tratando con turistas.... Por fin llegó la lanchita de las pelotas y nos llevó al puerto, ese que está lleno de humildes lanchitas. Por cierto, que allá las de pescar se llaman “pangas”, como el pescado que se vende por aquí. Me pareció un dato curioso.

Bajamos de la lancha y nos fuimos a desayunar. Chilaquiles, por supuesto. El puerto ese de San Lucas es una cosa muy locochona. Es un centro comercial enorme, con hoteles, restaurantes de todos los pelajes, tiendas y, por supuesto, el atracadero para yates lanchitas y demás. Viendo esas cosas dan ganas de ser rico aunque sea por un día para saber lo que se siente tener un yate de esos y poder pasar una temporada ahí, con tanta tienda y tanto restaurante chido.

Los Cabos está formado por 2 ciudades: San José del Cabo, que es la parte tranquila y de trabajo de Los Cabos, y Cabo San Lucas, que es la parte turística y de recreo de Los Cabos. Están en la puntita de la península de Baja California, en Baja California Sur. Hay en este momento un gran auge inmobiliario ahí, tanto de terrenos como de grandes desarrollos turísticos y habitacionales. Hay ya instalados grandes hoteles como el RIU y algún Meliá, aparte de otros menos conocidos pero no por eso menos lujosos. Es en Los Cabos en donde vacacionan con frecuencia las grandes estrellas de jolibú, y la segunda ciudad más cara de México, después de Monterrey, me parece, según un estudio publicado recientemente.

El transporte público funciona con autobuses de desecho de los Estados Unidos que solían fungir de transporte escolar. Y van por ahí recogiendo pasaje urbano, algunos todavía pintados de amarillo y con los letreros de “School Bus”.

Una noche, mi hermano organizó una fogata en una playa semi-virgen para nosotros. Había estado “guardando” leña para la ocasión desde varios meses antes. Es una playa en la que no hay nada, aparte de un chiringuito a lo lejos que guarda la entrada a un conjunto residencial privado que todavía está en desarrollo. Ahí suelen ir mi hermano y sus amigos a pescar en la noche.

Llevamos una grabadora a la que le pudimos enchufar un Ipod vía transmisor de FM para amenizar la velada. Nos costó un webo encender la fogata. Apenas entre 4 que éramos estábamos 3 sosteniendo unos cartones para tapar el viento mientras mi hermano encendía papeles debajo de la madera. Cuando llegaron los amigos de mi hermano la fogata ya tenía bastante fuerza. Estuvimos toda la noche entretenidos en avivar el fuego, tomando cerveza y comiendo Rancheritos, Sabritones y Churrumáis. Al rato de haber llegado todos se apersonó un tipo del que ya nos habían hablado: un fulano que debe vivir por ahí (no se ve nada en más de 100 metros a la redonda, así que es un misterio dónde vive, pero debe hacerlo por ahí porque siempre que van éstos y hacen fogata va y se acerca a gorronear). Llegaron él y su perro y nos empezó a preguntar primero si queríamos un cigarro (ninguno de los que estábamos ahí fumamos) y luego nos empezó a preguntar si teníamos tequila. Me preguntó a mí y le dije que no sabía (me hice un poco wey). Luego les preguntó a los demás. El caso es que les preguntó si iban a pescar esa noche y aunque le dijeron que no alcanzó a ver la caña de mi hermano (que había llevado por si acaso). Se fue y volvió como a la hora con un poco de carnada y su perro. La verdad es que es una lástima de tipo, porque el chucho es de lo más agradable, simpático y educado.

El fulano estuvo un rato intentando pescar con la caña de mi hermano. No agarró nada. Al final nos fuimos y le dejamos la fogata…

Para la Navidad hicimos cena: El famoso consomé y mole, con su respectiva cebollita desflemada. Pero ese día andábamos en la calle, traíamos los horarios desajustados y vinimos comiendo como a las 5 ó 6 de la tarde. Así que, para la hora de la cena nadie tenía hambre. Y temprano a todos nos dio sueño. No cenamos. Decidimos abrir los regalos para irnos a dormir. Muy amenos todos, sí.

Para año nuevo la cosa ya fue mejor. Llegaron 2 de mis primos de Guadalajara, Miguel Armando y Laurita, aunque Laurita prefirió ir a celebrar con sus amigas. Pusimos la tele buscando campanadas, aunque fue difícil. Éramos casi los últimos del planeta en estrenar el año. En todos lados ya se habían comido las uvas. Afortunadamente, Paulina encontró un canal local y pudimos celebrarlo con los Cabeños.

Nos comimos las uvas, con muchos trabajos, como siempre (al menos a mí siempre se me terminan las campanadas a menos de la mitad de las uvas… =/ ), brindamos con cava y luego con vino. Y después cenamos un delicioso spaguetti con porcini que cocinó Paulina y que estaba delicioso (que no, cuñada. Que no te voy a pedir ningún favor. Que de verdad estaba de puta madre tu spaguetti. =) ).

Como a las 2 de la mañana yo ya no podía más y Juanjo tampoco. Así que le tocó a Pacho terminar de despedir a Miguel Armando. Al día siguiente teníamos que levantarnos más o menos temprano. Ya nos volvíamos a Vitoria. Y todavía teníamos que hacer las maletas.

El día 1 estrenamos el año empacando cosas. Salimos a tiempo de la casa de mi hermano y fuimos a su oficina, a recoger un CD que dejamos tostando el día anterior con música que me estaba pasando (y no, no somos delincuentes. Sólo somos buenos hermanos) y de ahí al aeropuerto. Facturamos las maletas y, como llegamos sin desayunar, buscamos el chiringuito con la cola más pequeña (parece mentira que hubiera tanta gente en ese aeropuerto tan pequeñito. Es casi tan pequeño como el de Vitoria.) y decidimos desayunar unos Hot Dogs bostonianos. Yo ya tenía el nudo en la garganta. Irte cuando no te quieres ir no mola nada. Y dejar a mi hermano siempre me ha costado un montón.

Cuesta dejarlo ahí parado, y dirigirse a la puerta de control… Hay que ser muy valiente y muy macha para hacer eso. Y luego para perder una hora ahí adentro. Encima no nos dejaron comprar lo que queríamos comprar, que porque nuestro vuelo no salía del país ¿?. De nada valió que les enseñáramos que íbamos a España…

Así que luego pasamos casi todo el tiempo en DF buscando lo que habíamos querido comprar en Los Cabos. Sangrita y unos labiales. La Sangrita la pudimos comprar en el aeropuerto del DF. Los labiales los tuve que comprar en el avión, porque en DF no manejaban esa marca ¿?.

Y así volvimos con la confirmación, una vez más, de que México es un país de lo más raro y locochón, pero tiene un encanto indiscutible. Luego en Madrid tuvimos que facturar la mochila de Juanjo, porque no nos permitían pasar las botellas de Sangrita que habíamos comprado. Una fulana de Iberia se puso a discutir con nosotros. Sugirió que queríamos pasar alcohol y que Juanjo estaba borracho. Yo le contesté muy encabronada que ni la Sangrita era alcohol, ni Juanjo había tomado gota de ídem. Y le pregunté que a qué venía toda esa acusación? Y entonces me dijo, con el tono que emplean los niños cuando imitan a los adultos, como con ironía o sarcasmo “Ay. Usted perdone!” WTF????

Estoy hasta la madre de los pinches gringos y sus paranoias y su economía de guerra y su lucha contra el terrorismo. Nos han convertido a los pasajeros de avión en vacas que no tienen ningún derecho a la dignidad ni al respeto, ni a transportar sus pertenencias con seguridad.

Porque en casa descubrí que me habían abierto las maletas. ¿¿¿Quién coño revisa las maletas sin la presencia de sus dueños y por qué nadie avisa de eso??? Luego te roban y nadie se hace responsable. Estoy harta de ir por el mundo en calidad de delincuente. ¿De qué sirve ser honrado, trabajador, colaborador, ecologista, responsable y respetuoso, si luego todo pichichi te va a tratar como si fueras delincuente comprobado, enjuiciado y sentenciado?

En fin. Si llegan a inventar el teletransportador no me va a dar ninguna pena que todos los empleados de las compañías aéreas se queden en la puta calle. De verdad… Menos ese azafato de Aeroméxico que nos trató tan bien. Pero seguro que a ese lo contratan en seguida en cualquier otra empresa.
Un besazo a todos los pasajeros que sufren el maltrato de los empleados y de las autoridades. Y a los empleados de las compañías aéreas, una patada en salva sea la parte. Por robarnos el dinero a los viajeros.