miércoles, 15 de noviembre de 2006

TELEVISIÓN DE CALIDAD

Por supuesto que OT no es igual que Gran Hermano; en el primero los protagonistas al menos están luchando por aprender algo, además de por ganar un premio que puede durar 15 minutos o toda la vida. En el segundo sólo son un grupo de personas ventilando sus miserias y carencias en un ambiente poco más hostil de lo que habitualmente se tiene en la vida cotidiana de cualquier urbe.

De eso a que cualquiera de los dos programas pueda ser catalogado de "televisión de calidad", depende de desde qué punto de vista se le vea. Porque si hablamos del tema de los dineros, venta de publicidad y éxito comercial, estamos hablando, por supuesto, de un producto de gran calidad. Y además creativo y oportuno, en estos días de astío global (hasta eso se ha globalizado) en los que el público cada vez pide más chorradas y menos cultura.

Sin embargo, si hablamos de contenido y de aportación benéfica al bienestar social, la calidad es prácticamente nula, excepto por los delitos que pueda evitar al mantener a los malechores fuera de servicio porque se queden pegados al televisor para enterarse de quién va ganando.

Se le achaca a OT el desplazamiento de los cantantes de siempre, esos que se han ganado el lugar que ¿tenían? entre el público frente a los "nuevos valores". Pero seamos honestos. No han sido desplazados por OT, sino por el público mismo. Somos nosotros quienes decidimos qué disco comprar, a qué concierto asistir y a quién venerar. Nosotros tenemos el poder de poner o quitar a alguien del trono de la fama y la gloria.

Los cantantes de calidad son víctimas de nosotros, amén de la piratería, que también es financiada por nosotros que somos quienes compramos sus productos porque cuestan menos. Propongo presionar a las disqueras para que destinen más de lo que invertimos en música, en dárselo a los artistas. Y podríamos hacer lo mismo con las editoriales. Los más de 20 euros que valen las últimas obras de Arturo Pérez Reverte y de Gabriel García Márquez serían mucho más baratos si tuviéramos la certeza de que, al menos la mitad de ese dinero llegaría a las manos de tan ilustres autores. Y quizá hasta estaríamos dispuestos a pagar un poco más a cambio de los colores con que ellos adornan nuestras mentes, al posar nuestros ojos sobre sus deliciosas letras.

Suza.
Dom. 20/oct/2002 12:55

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