miércoles, 15 de noviembre de 2006

ESPEJITOUS

El nuestro es un México bizarro, como el Supermán ese que salía en los Superamigos, deforme por la criptonita roja, con dos brazos y dos piernas de más, y todo cuadradito; la última vez que fui a Tonalá, hace poco más de año y medio, las calles en donde está asentada toda la zona de venta de artesanía, desde los muebles hasta la cerámica, estaban hechas un asquito: llenas de baches, de tierra y el empedrado con varios faltantes.

Como estoy lejos, tampoco es que me vaya a salir en un noticiero que en Tonalá hay obras de pavimentación, pero suelo navegar un poco por las páginas de los diarios mexicanos y en ningún momento he visto ninguna noticia al respecto. No es que Tonalá sea el municipio más pobre de la ZMG (se sabe que la más fea del baile en ese sentido es Tlaquepaque), pero que yo sepa no rebosa en bienestar urbano. Es decir, hay un montón de cosas por hacer en pro de los queridos tonaltecas. Y ahora el H. Ayuntamiento considera oportuno y prudente comprarle a un señor ex regidor del PAN un terreno que tiene una piedra a la que intentan colgarle un valor sentimental para justificar su compra.

Una compra que, ni es barata, ni es útil. El señor alcalde se hace bolas al fundamentar la transacción con un proyecto, y especula que se podría construir un parque, o viviendas o casas turísticas. No sé ustedes, pero yo he oído a un montón de europeos que manifiestan un abierto deseo de ir a Tonalá a turistear. Pero no lo hacen porque el ayuntamiento no ha puesto casas a las que puedan llegar y que tengan una bonita vista del entorno. Este señor, don Palemón, es una lumbrera. Debería rehabilitarse la reelección mexicana en su honor.

Otra bizarrez a la que le doy vueltas y más vueltas es el destino de las multas recaudadas por la Secretaría de Finanzas de Jalisco. No sé de quién fue la brillante idea de repartirlas entre los trabajadores de la dependencia, pero fue hace un montón de años. Recientemente, se corrigió un poco la situación y ahora, en lugar de repartirlas entre los directores, el secretario y los jefes, pretenden repartirlas entre los empleados. Queda muy bonito. Pero hay un detalle que olvidan: El gobierno no es una empresa privada que funciona “raro” porque el pueblo puede elegir a sus dirigentes. El gobierno es un sistema de administración de los recursos de un pueblo. Por lo tanto, los dineros que se recolectan por ese concepto, tendrían que ir a parar en obras o acciones que beneficien al mismo pueblo. Pero a TODO él, no sólo a unos cuántos que tienen la suerte de trabajar en UNA de sus dependencias. Porque, entrando en justicias, los empleados del señor gobernador y del resto de las secretarías pueden preguntar, con toda la razón, que por qué a ellos no les toca parte de ese pastel.

La nota del reparto de multas salió en los periódicos hace ya varias semanas y no he visto ninguna reacción en torno a ese tema, ni del resto de empleados estatales ni de ningún ciudadano que respingue porque sus recursos se están destinando a premiar a quien no se ha ganado nada más que su sueldo.

No niego que los sueldos de los burócratas pueden ser muy escasos. Pero su trabajo también suele dejar mucho qué desear la mayoría de las veces, por lo menos de cara al ciudadano de a pie.

¿Por qué no nos ponemos los pantalones de una vez por todas y empezamos a poner las cosas en su sitio? Tener menos empleados en el gobierno, pero más competentes y con salarios dignos. Y que los funcionarios de primer nivel dejen de hacerse los toros castrados y midan sus salarios en comparación con funcionarios de su mismo nivel de países que funcionan bien, no en comparación con trabajadores de la iniciativa privada de su supuesto mismo nivel. Repito: El gobierno no es un negocio. Y los ciudadanos ya tendríamos que estarle pidiendo cuentas a nuestros empleados, que para eso les pagamos un dineral.
Mar. 24/ago/2004 18:17

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