miércoles, 15 de noviembre de 2006

JODER CON EL SEÑOR BUSH!

Once. No, no el 11-S, como le llaman en España a la famosa caída de las torres neoyorquinas. Me refiero a 11 periodistas que ya no están aquí. Ni allá. Ni en ningún lado. Lo peor es que seguramente mañana ya no serán ONCE, sino más. Y cualquier otra cifra da igual. Porque además de estos once periodistas están cientos de civiles y otros tantos militares, algunos con lavado cerebral, otros con necesidades específicas, como legalizar su situación en un país que desprecia al resto del mundo, y otros tantos con convicciones que no termino de entender.

Porque absolutamente nada justifica una guerra, ni grande ni pequeña. Mucho menos a estas alturas, cuando además de literatura tenemos testimonios fotográficos y cinematográficos por cientos de las Cruzadas, de la Inquisición, del Holocausto nazi, de dos guerras mundiales, de una guerra de Vietnam, Corea, Malvinas, Irlanda, Balcanes... Tantos casos, tantas causas, tantas venganzas, tanta amnesia, que ya sólo nos queda por estrenar la Luna de chingadazos estériles.

Tardé muchos años (a veces pienso que demasiados) en descubrir mi verdadera vocación. Pero todavía recuerdo que cuando tenía 8 años soñaba con ser corresponsal en la guerra. Evidentemente no ha sido mi destino, al menos no hasta ahora. Pero he sido y sigo siendo periodista, aunque ya no gane un sueldo por eso. Ser periodista es como contagiarse de una peste fatal. Una vez que pruebas la profesión su aroma se te impregna en la sangre, como los orines de un zorrillo a la piel, como el aguijón de una abeja cuando pica, y es incurable. Sigues viendo el mundo que nadie más ve y el reto siempre es transmitir esa visión.

Ir más allá de lo meramente informativo es el centro del periodismo, al menos para mí. Y hoy, al ver todo este desmadrito me siento frustrada, pero no por no haber ido a la guerra como corresponsal, sino porque desde este lado, el de los espectadores y los que maman esa información que, parcial o imparcial, completa o fragmentada, nos llega bañada en sangre, lo que puedo apreciar como periodista es que esos once cachitos de colega que me duelen no sirven de gran cosa.

Hemos visto manifestaciones multitudinarias prácticamente en todos los rincones de la pelotita azul, pueblos encabronados con sus gobernantes porque no respetan su decisión de ir en contra de la guerra, imágenes de cuerpos mutilados, de cadáveres ajenos, de niños desahuciados, de ancianos que no se mueren porque no es su jodida hora y de políticos indiferentes y empeñados en aferrarse a sus cotos de poder.

Pero ahí siguen. Estamos viendo la guerra más televisada en la historia de la humanidad. Y Estados Unidos se empeña en autocensurar sus imágenes "para no desanimar a sus tropas". Posteriormente saldrán a la luz todos los "crímenes de guerra" que se están cometiendo en este momento, y le cortarán los web-os a más de alguno, pero no al Señor Bush, que es finalmente el principal responsable de todo esto. Al principio eran militares muertos por "fuego amigo". Ahora son periodistas muertos por un tanque gringo que no dudó en disparar contra un "objetivo prohibido". Me paso yo el fuego amigo y las prohibiciones por el arco del triunfo, como Bush se pasa por la misma parte los juicios que se han hecho contra Pinochet y otros cuantos colegas.

Ya podríamos quemar la Lista de Schindler, la Decisión de Sophie, Pelotón, Pecados de Guerra, y, como si fuera la cereza en la malteada, Rescatando al Soldado Brian, películas todas que sólo sirven para hacernos fruncir las tripas durante un ratito, y soltar alguna que otra lagrimilla. Ustedes me disculparán, pero yo me voy a fruncir las tripas al gimnasio. Que para llorar toda la vida ya tengo la caja tonta, con sus cada vez menos periodistas.

Lo único que puedo recomendarnos (yo también me hago recomendaciones de vez en cuando) es luchar lo más posible por no odiar a Bush, que seguro que se queda corto al lado del mounstrito que está naciendo en este momento en cualquier lugar de este cada vez más pequeño planeta, y hay que ahorrar energías para poder morir con algo más de tranquilidad, aunque sea en medio de un bombardeo.

Un abrazo a todos.

Suza
Mar. 08/abr/2003 23:47

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