miércoles, 15 de noviembre de 2006

ESTAR LEJOS

A lo largo de mi vida, muchas veces me imaginé lo que sería estar lejos. Añoraba lugares que conocía a través de los libros, y estilos de vida y de pensamiento completamente diferentes se iban tejiendo en mi mente. Después, decidí ir tras el sueño de las otras culturas y conforme se iba acercando el día, empecé a imaginar lo que iba a extrañar cuando estuviera lejos.

Lo primero en que pensé fue en mi recámara, ese gran cuarto con ventanas que me vio crecer y que contenía todas mis cosas, mi historia, mis recuerdos, mis sueños. Una vez que conseguí despedirme de todo (no te cabe la vida en una maleta) me fui al tema de la comida.

Mi favorita son los chiles rellenos, pero me vi dispuesta a hacer el sacrificio de no comerlos durante una larga, larguísima temporada, a cambio de saborear otros lugares, otras personas, otros climas. Lo que nunca me imaginé es que lo que más iba a extrañar no son esas cosas especiales que decía que eran mis favoritas, sino aquellas pequeñas y aparentemente insignificantes de todos los días, como el sol y los tacos.

Porque, después de un largo invierno lleno de interminables días grises de nubes espesas y lluvia intermitente, el sol se convierte en una añoranza que se cura sólo con valiosos rallos dorados que surgen en algún lejano día afortunado.

Y aunque estés en un país lleno de manjares gastronómicos, como lo es España, en donde puedes disfrutar de exquisiteces como un buen jamón serrano, chorizo, morcilla, paella, gazpachos, salmorejo y una gran variedad de platillos regionales, al final tus papilas gustativas se van poniendo cada vez más tristes por la falta de aquellos tacos mañaneros que te comes tan de prisa en un “huequito” de tiempo que haces, o de aquellas quesadillas nocturnas que te preparas como recurso fácil y rápido después de un complicado día de trabajo y lucha por ser alguien mejor.

Por último, llegas a extrañar el bullicio de las calles mexicanas, llenas de tianguis, de colores, de diversas maneras de hablar. Esas calles por las que circulas siempre con la incertidumbre de si regresarás a casa en el mismo estado en el que saliste, o si de pronto despertarás de tu letargo e intentarás cambiar un poco al país para heredar a tus hijos un lugar mejor. Con sol, tacos, quesadillas y, por supuesto, chiles rellenos, pero mejor.
Mar. 17/ago/2004 20:42

1 Kalimotxos:

Anónimo dijo...

me encanta leerte, un saludo de otra mexicana en España ;)

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