miércoles, 15 de noviembre de 2006

EL VIRUS MÁS GORDO

Se reproduce sin control. Su único depredador es millones de veces más pequeño que él. No tiene eso que en la naturaleza se conoce como “selección natural”. Es decir, cuando la especie cuida a los mejores elementos y abandona a los débiles o enfermos. Ejerce violencia en contra de los suyos sin ninguna razón. Sí, estoy hablando del hombre.

Se supone que somos superiores porque “razonamos”, porque tenemos un lenguaje, porque supuestamente podemos comunicarnos. Pero yo, por más que le busco, por arriba, por abajo, por adentro, no encuentro esa superioridad por ningún lado, excepto en la capacidad de destruir y perjudicar, sobre todo a lo que más queremos.

Bajo el precepto de “la calle es de todos”, lo que pensamos es “Bueno, como es mía, hago con ella lo que me da mi real gana”. Ergo, primero existo luego ensucio. Tiramos basura por doquier, incluso si hay un bote de basura cerca. Pintamos de garabatos todas las paredes a nuestro alcance en algo que algunos llaman “arte”, otros “manifestaciones socioculturales” y yo “agresión hacia mi persona”. Porque se están metiendo conmigo. La calle también es mía y no la puedo ver bonita porque hay un montón de seres igualitos a mí que se empeñan en destruir lo que también es mío. Lo peor de todo es que, si se enteran de que me están agrediendo, no sólo no dejarán de ensuciar ni de garabatear, sino que lo harán con más gusto, acordándose de que me molesta. “Eso, para que aprenda la lección”, dirán ufanos.

Ya la voy aprendiendo. No somos superiores. Somos un virus de este pobre planeta. Y no parece haber vacuna contra nosotros. Pestes, guerras santas, cruzadas, racismo, hambre, terrorismo, guerras por negocio, Bush, Hitler, Sharón, sida. Nada parece poder destruirnos. Somos invencibles y necios. En África, no conformes con no tener qué comer, se destruyen unos a otros en guerras étnicas. Pero si son todos negritos, iguales ante los ojos de ese Dios que tantos se han reinventado una y otra vez, y ante los míos también. Y, aparte del color, también son iguales a mí, que me tocó ser blanca. Ni yo ni nadie tenemos constancia de que antes de venir tengamos la posibilidad de elegir color, raza, nacionalidad, ideología, religión, etc.

Que si llevar velo, que si vestir “como occidentales”, que si venerar o no símbolos nacionales, porque somos de tal o cual raza o país. Dios, en ninguna de sus “versiones” ha opinado nada, y seguimos todos perteneciendo a la etnia humana y viviendo en el mismo maltrecho planeta que, por cierto, es cada vez más pequeñito.

Respeto la libertad de culto y defiendo la diversidad cultural. Algunos pueblos tienen costumbres que otros calificamos de bárbaras, como la ablación de clítoris, pero creo que, por encima de eso, tienen la libertad de ser un pueblo con su identidad cultural, como la tenemos los mexicanos.

Al final, lo que me gustaría no va a poder ser. Bush incumple el tratado de Kyoto por razones económicas, como siempre. Se sigue metiendo en todos lados, por su naturaleza gringa. Tienen esa costumbre muy arraigada. Sharón invita a todos los judíos, pero sobre todo a los que tienen “cierto nivel económico” a que regresen a su tierra, mientras le niega la legalidad en Israel a cualquiera que no pertenezca a la raza judía. Y los radicales de todas las corrientes siguen creyendo que ellos son los únicos con derecho a habitar el planeta.

Seguirá habiendo ablación, de clítoris y de otras cosas, matriarcados y violencia doméstica. Bush seguirá agandallándose el petróleo, Sharón terminará su abominable muro y los mexicanos seguirán grillándose al compañero de trabajo porque hace las cosas mejor y más rápido y, por lo tanto, los pone en evidencia, mientras se olvidan de poner orden en un gobierno que sale cada día más caro y más ineficiente.

Y todos seguiremos tirando basura.
Mar. 24/ago/2004 19:10

0 Kalimotxos:

Publicar un comentario