jueves, 4 de octubre de 2007

TIEMPO DE RECONCILIACIONES

Conforme se avanza en la vida, se van arrastrando "puntos negros" en ciertos temas. En mi caso, mis puntos negros han sido principalmente dos: Las matemáticas y la entrevista. En el primer caso, todo iba bien hasta que pasé de un colegio con un nivel educativo muy bueno a una escuela pública que me chafó una de mis dos materias favoritas hasta ese momento para el resto de mi vida. Yo entré en aquella escuela sabiendo dividir perfectamente y por culpa de algún compañero metiche y quejica, que le dijo a la maestra que yo "no ponía la resta en la división", ella, muy inteligentemente, me obligó a ponerla. Con lo que retrocedí un paso. Y lo que vino después ya no supe hacerlo. Raíz cuadrada, las ecuaciones en la secundaria. Las matemáticas chafadas para el resto de mi vida.

Me he reconciliado un poco con ellas gracias al Brain Training (para quienes estén totalmente desconectados del mundo de los videojuegos, les diré que es un juego que Nintendo sacó para su consola portátil, la Nintendo DS, misma que me compré con el premio en metálico que gané el año pasado con uno de mis relatos). Sigo sin poder dividir grandes números y el otro día comproble que tampoco sé multiplicar con decimales. Pero al menos les he perdido un poco el miedo a los números y ahora me aviento a intentar hacer las operaciones a mano. Un avance, creo.

Mi otra reconciliación ha sido con la entrevista. El tema con ella es todavía más escabroso que el de las matemáticas, aunque, curiosamente, también involucra a un profesor. Estando yo en la carrera de Letras, en la Mugre G, elegí una materia optativa que en su momento me pareció interesante, útil y entretenida: Entrevista Literaria. Iba a decir "al final", pero en realidad fue "al principio", resultó ser nefasta en mi situación. O al menos fue la gota que colmó el vaso. En una carrera que en sus inicios estaba llena de profesores interesantes y sumamente profesionales, con un nivel intelectual bastante alto, hacia el final no había más que loosers advenedizos que no sólo no se molestaban en preparar sus clases, sino que tenían incluso la desfachatez, algunos, de ponerse el libro abierto sobre el escritorio y ponerse a leer textualmente lo que ahí decía, como si fuera un alumno mediocre haciendo una exposición, en lugar de dar una cátedra. Para leer, lo hago cómodamente en casa, junto a una buena taza de café, gracias.

El caso es que, estando yo ya bastante desencantada de la carrera, tanto por el nivel de los “pobresores” como por haber dejado atrás temas que me apasionaban, como la literatura clásica, la historia universal y las teorías literarias, a cambio de tratar mucho más con literatura prehispánica y latinoamericana, que no es que no soporte, pero tampoco es que me apasione del todo, con honrosas excepciones, me topo de frente y a lo bestia con este individuo nefasto llamado Emanuel Carballo (padre). Efectivamente. Ya que tiene un gran ego no le voy a negar el crédito en esta historia, a este noble señor. Estaría yo en su segunda clase, si mal no recuerdo, que encima había que tomar los sábados porque el tipo “no tenía tiempo de impartir su cátedra entre semana”, nos había hecho comprar su libro con un compendio de “entrevistas literarias” y comencé yo a hacerle preguntas, como buena preguntona descarada que soy. Se supone que para eso son las clases, no? Al menos eso creía yo. Le hice preguntas del tipo “¿Qué hacer cuando el entrevistado no quiere hablar de un tema? ¿Cómo hacer para que el entrevistado se sienta más en confianza y conseguir que hable de lo que uno quiere? ¿Cómo interpretar los silencios del entrevistado? ¿Cómo llevarlo hasta donde quieres que vaya?, etc.” Probablemente no son preguntas enfocadas estrictamente a la “entrevista LITERARIA”, pero creo que son problemas con los que te puedes topar con cualquier clase de entrevista que hagas. Y digo “creo” porque no lo comprobé; ese día, el pobresor aquel, el “gran” don Emamuel Caballo (tenía que ponerle algún apodo después de aquello) contestó a mis preguntas con una gran ética y, sobre todo, alto nivel diplomático. Delante de todo el grupo, me espetó: “Compañera, me está usted haciendo preguntas muy estúpidas y nos está haciendo perder el tiempo a todos. Le suplico que haga más inteligentes o se abstenga de preguntar del todo”. Pocas palabras se me han quedado grabadas de manera tan textual. Por un momento pensé en levantarme y salirme en aquel instante. Pero no quise rebajarme al nivel de patanería de don Emamuel y decidí callarme, esperar a que terminara la clase y no darle el gusto de saber que su patanería había colmado el vaso, mi vaso. Aquella fue la última vez que mis pies pisaron esa escuela para acudir a una clase. Dejé la carrera después de 3 dedicados años. Conforme pasaba el tiempo y hablaba con mis compañeros me di cuenta todavía más de la pérdida de tiempo que suponían los dos años que me faltaban para titularme.

Pues bien. Después de toda esta larga historia he de confesar alegremente que empiezo a reconciliarme con la entrevista a través de un libro que estoy leyendo: “Yo también sé jugarme la boca. Sabina: en carne viva”, de Joaquín Sabina y Javier Menéndez Flores. Claro que no es un gran ejemplo de entrevista, dado que el libro está hecho un poco al revés. Es decir, en este caso es el entrevistado, ora Joaquín Sabina, el que pide ser entrevistado a Javier Menéndez Flores en concreto. El libro al final es un gran pelotazo que podría describirse con una frase que han acuñado los gringos “sucking eachothers dicks”, aunque siempre se hace evidente que la estrellita marinera es Don Sabina.

Sin embargo, a pesar de tanto pelotazo, el libro no pierde calidad. Menéndez Flores siempre tiene la delicadeza de, a fuerza de notas a pie de página, poner al lector en contexto o explicar ciertas cosas que el lector no tiene por qué saber y que completan lo que va contando Sabina, con ese sentido del humor tan cáustico y oportuno que tiene. Y también se nota en cada pregunta y en cada intervención que Don Menéndez Flores se trabajó mucho la entrevista o que es un gran conocedor en el tema Sabina. Y es ahí a donde quería llegar. Don Menéndez Flores no me aclara cómo conducir a Don Sabina hasta dónde él quiere, porque más bien parece que es el propio Don Sabina el que va por donde le da la gana. Pero sí que muestra cómo se hace una gran entrevista en condiciones y, sobre todo, como se deconstruye para reconstruirla en un texto coherente, ameno y, sobre todo, bien estructurado.

Agradezco que aparentemente en el mundo hay más Javieres y menos Emamueles. Y agradezco a Don Menéndez Flores que, sin proponérselo, me ha reconciliado un poco con la entrevista. Es como mi Brain Training de la entrevista. =)

Desde aquí, un saludo a Don Sabina, que durante tanto tiempo me ha hecho pasar buenos ratos con su música y sus libros, y a Don Menéndez, que contribuye a esa noble causa.




6 Kalimotxos:

Escale dijo...

Holaa.. recuerdo esos eventos que mencionas. Y en seguida se vino a mi mente una entrevista que toca ese tema del que hablas. El hábil David Letterman hace hablar a su entrevistada de un tema escabrozo que no quería tocar, que no se presentaba en su show para eso y que además de pedirle que dejara de preguntarle, seguía haciéndolo:
http://youtube.com/watch?v=ZKSxHYK_wfs

Ojala y no lo quiten pronto.
Pd. A mi también me tiene sin cuidado la vida de la entrevistada...

Suza dijo...

Como mi GRAN HERMANO, uséase mi hermanote, me ha dejado una gran aportación, he aprovechado para modernizar este antro un poquillo y cuelgo aquí el video al que hace referencia, para comodidad de mi gran audiencia. =)

Anónimo dijo...

Hola. Es una pena que unos profesores sin vocación te hicieran perder el interés por los estudios. Pero nunca es tarde.

Anónimo dijo...

En una situación como esa yo no creo que hubiera resistido la opinión de contarle mi opinión al señor "pobresor". Una vez llegada la gota que colma el vaso, claro está. Algo breve pero clarificador. Por ejemplo: "pues mire, como yo creo que usted es un patán y que, aunque ilustre también un pelín ególatra, me voy. Así ahorramos tiempo los dos". Que eso fuera conveniente/adecuado o no... pues depende de opiniones. Pero no volver sin decir nada.... seguro que no hubiera sido capaz.
EPB.

Anónimo dijo...

Suza, gracias por leer mi blog, bienvenida!! Espero leerte ycomentarte (me sale una entrada de abril... deja la laxitud y escribe, que lo merece esa pluma!!!)
saludos de Redonna, hasta pronto.
http://blogs.hoymujer.com/losburkasdeoccidente

Anónimo dijo...

Me alegra que de nuevo escribas tus artículos. Muy cierto lo de los pobresores. Digamos que esa situacion la pasamos todos, pero siempre lo mismo:
honor y dignidad, estudio y demostrar la valia personal.

Un saludete,
Luis Miguel (Si, si, soy Homer)

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