martes, 6 de marzo de 2007

DE SUEÑOS Y MOTORES

Siempre he sido "la rara" de todos mis círculos sociales y familiares. Con 16 años, sin licencia de manejo todavía, si a mi madre se le paraba el coche yo le abría el cofre ("capó" para los españoletes), movía un par de cables y conseguía que arrancara de nuevo.

Cuando compré mi primer coche, le pedí a mi hermano que me acompañara al "tianguis" (mercadillo aquí) de coches a echar un vistazo. Me enamoré de un Caribe 86 (aquello fue en el 96) rojo (me parece que en España siempre ha sido "Golf". Allá -en México- lo fue hasta que evolucionó a modelo superior en 1987 -Mi Caribe era "último modelo"-) que parecía estar en bastante buenas condiciones (se veía bien por fuera y por dentro: buen estado del tablero (salpicadero ¿? -Nunca he entendido este nombre para dicho artefacto en España. ¿De qué tipo de salpicaduras protege?-), la tapicería, la carrocería. Encajaba con mi presupuesto. Mi hermano también aprobó la elección. Mi siguiente paso fue poner de acuerdo al vendedor y a mi mecánico (como yo era la que le hacía todos los servicios al coche de mi madre, me entendía de perlas con el mecánico y ya era hasta mi amigo) para que este último revisara mi posible adquisición. Me dijo que estaba bien el coche.

¿Por qué me gustó? Para empezar, no era un VW sedán. Me gustan los bochos, pero son incómodos. Tienen el tablero muy alto (yo soy más bien chaparra. Mido poco más de metro y medio), no tienen ventilación (con lo que en medio de una tormenta te la pasas limpiando los cristales. Aunque de poco te sirve porque con los mini-limpiaparabrisas que tienen tampoco puedes ver nada con el agua que cae) y el motor, al estar más bien dentro del vehículo, no te deja platicar si vas acompañada, ni oír a gusto la radio, del ruido que hace.

En fin. Que tenía mi Caribe . El caso es que ese primer coche es uno de mis más grandes tesoros que conservo en el baúl de los recuerdos (lo vendí antes de venirme a Europa). Alguna vez le arreglé el interruptor de las luces de crucero con un palillo de dientes (chapuza provisional, pero conseguí que no se chafara la noche por falta de faros encendidos) y casi siempre sabía lo que le pasaba cuando le salía un ruido nuevo. Viajé mucho en él y disfrutaba muchísimo tener un coche a mi entera disposición, siempre que yo lo necesitaba o quería ir a algún sitio, sin tener que hacer méritos ni pedirlo prestado a nadie.

Alguno de los tantos incidentes "poco frecuentes" en la sociedad que tuve con mi coche fue encontrarme chavos de mi edad, parados a un lado de la carretera con el coche descompuesto y solucionarles yo misma el problema. Lo único que nunca pude hacer yo sola fue cambiar una llanta y eso más por falta de fuerza que de conocimiento (sé perfectamente cómo se cambian las llantas. La cosa es que para cuando hay que subir la llanta buena al tambor ya no me quedan fuerzas ni para respirar)

En fin. Que uno de mis sueños no realizados es ser corredora de fórmula 1. Me gustan los coches. Siempre me han gustado. Y me gusta manejarlos, probarlos todos y sentir el rugido del motor en mis tripas.

Todo esto viene a cuento gracias al blog de un nuevo cliente de este bar, conocido como YOKOLANDIA, y su capítulo PUES SI QUE ESTAMOS BUENOSSSSSS. Y es gracias a este nuevo colega que me he visto más inspirada que nunca a actualizar este blog con más frecuencia. Así que ya nos seguiremos viendo por aquí, o en la calle, cuando saque mi carné de conducir, que la licencia de manejo aquí no me sirve más que para quitar la nieve del parabrisas.

Un beso automovilístico,

Suza.

2 Kalimotxos:

Escale dijo...

Y pues esa Caribe tiene más memorias por sí sola. Esa misma es la que yo me llevé (ora el hermano) a un viaje a Guanajuato, Michoacán y Puerto Vallarta con una amiga que me visitó de Brasil. Recuerdo que se me ponchó una llanta en una curva y simplemente reduje la velocidad para detenerme a cambiarla. No sufrimos mayor percance probablemente porque fue la trasera y no iba a más de 90 km/h. Mucha gracia me causó oir al tío Enrique mentar madres cuando se la llevó a uno de sus tantos simposios o conferencias de ingeniería química y lo dejó por ahí... fiel a sus originales domadores...
Un abrazo desde Land's End.

Anónimo dijo...

Ya te imagino con tu Caribe fabricado en Puebla por las tremendas carreteras mexicanas. Mi única experiencia en tu país me dice que no debe conducir allí nadie que no esté acostumbrado al caos desde pequeñito. Claro, que eso fue en el DF y allí todo es un considerable caos.
Besos

Yoko

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