jueves, 6 de noviembre de 2008

ALIENTO DE VIDA

Últimamente me pregunto mucho qué es la vida. No la que conocemos como tal, sino eso que mantiene a nuestro corazón latiendo y a nosotros aspirando aire y luego expirándolo. Y nos hace mantener cierta temperatura. Me pregunto por qué un día está ahí y de pronto al instante siguiente ya no...

De recién que me quedé en Vitoria me compré un pez beta con el último dinero que me quedaba de lo que había ahorrado para estar aquí. Elegí ese pez por la sencillez de los cuidados que requiere. Lo puedes tener en cualquier pecera, sin las burbujitas y eso. Y además tiene que estar solo, porque si no se arranca las colitas con otros peces. Se llamaba Gumaro. No es lo mismo una gran pecera con muchos peces bonitos, que uno solo en una pecerita común. La pecera grande y espectacular no tiene nada de malo. Es relajante y bonita. Pero los peces sólo son peces. En cambio un pez beta, al estar solo y tener un nombre se convierte en tu compañero, en tu mascota.

El año pasado le regalé a Juanjo, por su cumpleaños, un pez beta. Le puso de nombre Rodolfo. Era de cuerpo azul y cola roja. El tipo al que le compro los peces, de una tienda de mascotas, dice que suelen durar entre 7 y 8 meses. Gumaro me duró más de un año. Y Rodolfo un año y ocho meses. Hasta ayer, que me lo encontré inerte en la montañita de la pecera, donde rara vez se ponía. Ya se notaba viejito. Van perdiendo vitalidad, se les cae un poco la colita, se mueven menos... De pronto me habría gustado que alguien le hiciera una necropcia para saber de qué murió. Digo, concretamente. Ya sé que murió de viejo. Cumplió su ciclo con creces. Y es sólo un pez. Pero de pronto visualicé el momento en el que lo compramos en la tienda. En ese mismo instante condenamos a los peces a no volver a ver a otro de su especie. Aunque el de la tienda ya lo había condenado a eso cuando los puso a la venta, nosotros vamos y los recondenamos. Rodolfo todavía el mes pasado hizo sus burbujitas calenturientas, esas que aparentemente son un nido. Todo un semental, mi niño.

Les llaman peces ornamentales. Pero son mucho más que eso. Aunque no ladren y no hagan ruido ni destrozos, son una compañía. Ayer estaba yo sola, porque Juanjo se fue a Paris. Y me quedé todavía más sola cuando descubrí que Rodolfo ya no estaba ahí. ¿Por qué se fue en ese preciso instante en que lo hizo? Además, el pobre murió solo. ¿Habrá alguna manera de saber cuándo un pez está agonizando, aparte de sacarlo del agua y ver cómo se ahoga, digo?

Ahora sólo tengo plantas. Pero tengo muy mala mano. Casi todas se me mueren. Voy a descansar por un tiempo de la compañía de un pez, porque aunque requieren pocos cuidados, lavar la pecera todas las semanas es un poco rollo. Quizá para el cumpleaños de Juanjo, en febrero, me anime a encariñarme con otro pez. Porque yo se los doy de cumpleaños, pero termino cuidándolos yo. ¿Cualquier parecido con los hijos es mera coincidencia? =P

Un besito a Rodolfo que, aunque nunca se lo di (¿alguien ha besado alguna vez a un pez?) ahora se lo mando, a donde quiera que se haya ido.

7 Kalimotxos:

Anónimo dijo...

Para que no sufras mucho por Rodolfo, te "copio" un cuento que ¡me encantó!.

El pez Félix era feliz en su diminuta pecera. Su amo le daba de comer -día sí y día también- la típica comida para peces marrones que venden en las tiendas de comida para peces marrones. Félix estaba contento con su barquito hundido, con sus corales falsos y con sus algas de plástico. No necesitaba el mar. Se conformaba con lo que allí tenía. No era ambicioso. No más que el resto de los peces.
Un soleado día de Otoño, su amo colocó la pecera en la repisa de la ventana y Félix pudo contemplar la fachada de la casa de sus vecinos. Hacía mucho tiempo que la mirada de Félix no iba tan lejos, lejos de su barquito hundido, lejos de sus falsos corales y de sus algas de plástico. No recordaba la última vez que vio el exterior de la casa.

Permaneció impasible varias horas contemplando los ladrillos. Divisó un ventanal a lo lejos y forzó la vista para ver más allá. Finalmente se vio a sí mismo viendo un acuario mucho más grande que su pequeña pecera. Y dentro de él miles de peces que se lanzaban besos los unos a los otros a cada momento. Félix jamás había visto algo similar. Intentó imitarles con su boquilla de pez marrón. Pero el gesto era más parecido a una mueca grotesca que a un beso.

Practicó y practicó y practicó y de tanto que practicó se agotó y se durmió de puro cansancio. Despertó en su pequeña pecera de pez marrón con su barquito hundido, con sus corales falsos, con sus algas de plástico y con su diminuta memoria de pez marrón.

Hacía algo con la boca pero no recordaba su significado y tratando de recordar lo siguió haciendo todos los días de su vida hasta que la pecera terminó por secarse con su barquito hundido , con sus corales falsos y con sus algas de plástico reposando en el fondo.

Y así es como los peces tratan de no olvidar cómo besar.



Besitos

Suza dijo...

Qué bonito, Estrella!!!

Muchas gracias por decorar mi blog con tanta gracia y tanto cariño!!! =)

Ahora ya me siento un poco mejor.

Anónimo dijo...

Siento lo de Rodolfo, porque yo lo había visto y era muy bonico!! Pero bueno, en el reino de los peces, te cuidará siendo tu ángel pececil!!! Besicos enormes, guapa!

Anónimo dijo...

¡Poicita Dada! Me recordaste cuando yo tuve mascotas -que siempre fueron gatos- y lo que sufría cuando morían... o se perdían. Quizás por eso no quise volver a tenerlas, porque descubrí que no me gusta sufrir así cuando puedo evitarlo. Pero tienes razón, un ser VIVO puede ser compañía, así sea un pez o la víbora que tenía tu hermano. Aunque duró también muchos más años de lo que se suponía debía vivir, tu hermano también sufrió cuando se murió... y era una víbora! A final de cuentas no importa el "tipo" de mascota sino lo que ésta representa para el que la tiene, la alimenta y la cuida, verdad? Parece que hay toda una filosofía detrás de esto. Como alguna vez le oí decir a alguien cuando yo era chica: "hay un cielo especial para cada especie de seres vivos... y ahí están todos tus gatos"... así que por ahí deben estar tus peces también ¡ánimo Dadita!

Anónimo dijo...

Cuánto lo siento se cuánto cariño se le coge a los animales, me encantan, tuve perro, tortugas, peces, hasta loros... y sufrí con cada pérdida.
Te madno un besito fuerte

Anónimo dijo...

Tengo sentimientos encontrados. Por un lado buaaaaaaaaaaaaaaa, los seres a los que amamos deberían ser eternos. Pero por otro lado, qué bien que te animas a querer a pesar de la pérdida. El amor a los otros nos enriquece. Gumaro y Rodolfo están orgullos de ti porque sabes amar más que antes de ellos.
Besos

Suza dijo...

Me he levantado tantas veces de pérdidas de cariño de toda índole, que ahora tengo como tatuado en la sangre que siempre se sale del dolor.

Así que he perdido el miedo a querer...

Y la riqueza de querer siempre es mayor que el dolor de perder. Así que siempre se gana, aunque a veces no lo parezca. ;o)

Gracias por la poesía.

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